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Una breve introducción a la

 

 obra lovecraftiana(*)

 

(Sergio Fritz Roa)

 

 

 

Howard Phillips Lovecraft llega a este mundo el año 1890 en Providence, Estados Unidos. Su vida ha sido caracterizada como la historia de una reclusión física y ante todo mental en la ciudad que lo vio nacer y expirar. Sólo en pocas ocasiones saldrá de Providence a otros lugares, como Boston, Quebec, Filadelfia o New York, ciudad esta última que aborrecerá. No obstante lo anterior, no debe caerse en el equívoco de pensar en un inmovilismo espiritual. Su mente, dotada de una imaginación excepcional, viajará con prodigiosa celeridad a la Hélade clásica, al Egipto de los faraones, al planeta Venus, a la aristócrata Inglaterra del siglo XVlll.

Lo que no merece dudas es que hablar de H. P. L. es hablar de Providence: sus virtudes y sus miedos. Y así, Lovecraft puede representar lo mejor y lo peor de la vida alejada de las grandes urbes.

Gran escritor y ávido lector, nadie podrá negar el hecho que su existencia giró en torno a la Literatura, a la cual le otorgaba un valor no apreciable en los abstractos términos económicos. Sabemos que continuamente reprochó a los editores su labor marcada  por lo que entendía como afán mercantil, cuando en realidad éste no era más que el legítimo deseo de subsistir en una sociedad metalizada e impuesta. A diferencia de Jack London[1], despreció a los autores que escribían sólo por dinero o fama. Para H. P. L. la narrativa es un arte, donde está en juego la obtención, a través de procesos depuradores, de instancias superiores de comprensión de la Realidad.

Guerrero de una filosofía y una política “no correctas” para el establishment, criticó duramente el verso libre, por estimarlo un ejercicio flojo, no digno de los Poetas.

 

 

Portada de la edición de la revista española Nueva Dimensión para "El que acecha en el umbral", novela basada en unas notas de H. P. Lovecraft  que continuó August Derleth. Imagen: Colección privada.

 

Su visión acerca de lo que debe ser un hombre posee estrecha relación con el concepto de gentleman, estatus donde los valores del moderno culto al trabajo no tienen lugar, pues aquello limita el tiempo para el estudio, la aventura y la meditación. De allí que tanto la creación literaria como la manutención de ese clásico oficio de su venerado siglo XVlll, conocido como arte epistolar, sean dos actividades en que H. P. L. entregó lo mejor de sí. Se ha dicho que Lovecraft habría escrito cien mil cartas, lo cual es muy posible. Algunas de éstas incluso sobrepasan las cuarenta páginas. En ellas encontramos referencias a los más diversos asuntos, los cuales jamás estaban distantes de la esfera de interés del  caballero que Lovecraft fue: astronomía, política, química, técnicas literarias, historia de Roma, geografía, poesía griega, idiomas, mitología.

Quienes lo conocieron – como, por ejemplo,  Frank Belknap Long y Robert Bloch;  ambos escritores consagrados en los géneros de terror y ciencia ficción – solían referirse a H. P. L. como a un ser extremadamente amable,  dotado de gran humor; lo cual parece contradice la imagen que ciertos críticos han querido construir, y que nos habla de alguien que despreciaba a sus semejantes[2]

A modo de resumen y para agudizar la comprensión de la narrativa de H. P.  Lovecraft, podemos decir que ésta puede escindirse de la siguiente forma:

En primer lugar, los cuentos de fantasía pura. Allí encontramos relatos influidos por Lord Dunsany, uno de los mayores cultores de ese género que los españoles llaman "Espada y Brujería", y en el cual encontramos a uno de los mejores amigos de Lovecraft: Robert E. Howard, cuyo personaje Conan el bárbaro es conocido preferentemente gracias a las revistas de historietas y el cine. Ejemplos de cuentos lovecraftianos de Fantasía propiamente tal, son, entre otros: La Nave Blanca, La Llave de Plata y Los Gatos de Ulthar.

En segundo lugar, están los relatos y novelettes de horror numinoso, es decir aquellos que nos hablan con preferencia de la espantosa inmensidad del cosmos, de los poderes nigrománticos que cohabitan en nuestras ciudades y pueblos y de civilizaciones extraterrestres asentadas hace miles de años en nuestra insegura Tierra. En esta categoría se encuentra lo mejor de la creación de Lovecraft. Por ejemplo: En las montañas de la locura, La sombra sobre Innsmouth, Los sueños en la casa de la bruja y El llamado de Cthulhu. La visión pesimista del escritor queda manifiesta en estas joyas del horror, que  incluyen, además, muchos objetos que pueden ser materia de estudios sobre simbología como aportan información a la especulación fantástica, lo cual  confiere apreciable originalidad a la obra lovecraftiana frente  a los clásicos relatos de ficción.

En tercer y último lugar, están las narraciones que continúan la línea clásica de terror, entre las cuales hemos de mencionar por vía ejemplar las siguientes: Hipnos, Aire Frío, La tumba y Arthur Jermyn.

 

 

 Portada del número correspondiente al mes de Marzo de 1954 de  Weird Tales, revista donde H.P.Lovecraft publicó parte importante de sus relatos.

Imagen: Colección personal del autor.

 

¿Cuáles serían los tutores literarios de H. P. L? Ya señalamos de paso a Lord Dunsany. Además, es notoria la presencia del espíritu, pero no del estilo, del británico Arthur Machen: sus ideas acerca del mundo pagano y la magia causaron vivo interés en Lovecraft, quien utilizó ambos elementos en sus propias creaciones. Por supuesto nuestro autor no pudo abstraerse de la influencia de ese coloso llamado Edgar Allan Poe, y cuya existencia y figura nos muestra un claro precedente lovecraftiano. Las primeras obras del "Genio de Providence", fueron en cierta manera imitaciones del estilo de aquel a quien consideraba su Maestro. Tanta fue la admiración de H. P. L. por Poe que llegó a dedicarle un capítulo entero en su apretado ensayo El horror sobrenatural en la literatura. Por lo demás, no nos parece extraña esta admiración, si recordamos que el padre del cuento en su forma moderna o consolidada es Poe, como también lo es del género policial y del terror psicológico. Otros escritores que pertenecieron a su galería de favoritos son: Algernon Blackwood, M. R. James, W. Hope Hodgson, Walter de la Mare, Villiers de L´Isle Adam, y Ambrose Bierce[3]. Por último, debe agregarse a su amigo, el poeta y escultor Clark Ashton Smith, quien a su vez hace de H. P. L. uno de sus autores predilectos

            Entre los méritos de la obra de Lovecraft encontramos el haber sobrepasado la dimensión del habitual horror psicológico – humano demasiado humano – por uno cósmico, existencial. Por algo Fritz Leiber se ha referido a              H. P. L. como "Copérnico Literario", pues Lovecraft desplazó al hombre del centro de la narración, instaurando en cambio al cosmos como soberano, y en términos generales o amplios, al ambiente donde transcurre la narración. Esto explica el hecho que en H. P. L. prácticamente no encontremos diálogos, sino descripciones de lugares o sucesos. El hombre es secundario. Para Lovecraft lo único importante es mostrar la grandeza aplastante del universo, sistema filosófico donde no cabe ese fetichismo que hace del hombre el centro de las cosas, y que se llama antropocentrismo, del cual el renacimiento y la revolución francesa son dos hitos.

            Caracteriza además al lenguaje lovecraftiano, una "adjetivitis" que orienta el estado anímico del lector, técnica que hoy suele ser mal vista, pero que incluso se encuentra en autores como Borges, por lo demás un asiduo lector de H. P. L., y a quien jamás se le ha criticado tal uso estilístico.

            La presencia de elementos tomados de las mitologías del mundo, el ocultismo, el periodismo y la ciencia, confiere a los relatos de Lovecraft un atractivo difícil de explicar, pero que sin duda conocen bien sus admiradores. Ese marco de erudición mítica unida a teorías modernas como, por ejemplo, las del físico Einstein, genera un ambiente que une conocimiento sagrado y saber profano. Sería necesario que estudiosos adheridos a la línea inaugurada por Mircea Eliade realizaran una profundización de los ciclos míticos lovecraftianos desde una perspectiva de las religiones comparadas o que utilizaran los criterios orientadores que han dado autores como René Guénon y Julius Evola. Así podríamos comprender especialmente los aspectos “espiritualistas” de su obra.

            De los aciertos literarios de su obra,  hemos de mencionar la creación de un panteón de monstruos ávidos de poder, y a quienes nada le interesa la humanidad, salvo si es usada como mero instrumento para el logro de su posterior liberación, a través de la mención de extrañas palabras tomadas de un libro llamado Necronomicon, cuya autoría pertenecería a Lovecraft según sus propios dichos, pero que para acuciosos o quizá sugestionables investigadores tendría una existencia anterior. Muchos de estos dioses se encontrarían atrapados en lugares terrestres y otros en el espacio, hasta que, obviamente, llegue el día en que los astros tomen una posición benéfica que les permita revelarse de sus captores.

Azathoth, Nyarlathotep, Shub Niggurath, Cthulhu, son algunos de quienes componen esta amenaza alienígena que se retrata en las mejores páginas de H. P. L., y cuyos impronunciables nombres, sin embargo, tienen el mérito de permanecer con inusual adherencia en la mente de los lectores lovecraftianos.

Conviene tratar ahora un hecho de gran interés para los estudiosos de la Literatura Fantástica. En párrafos anteriores nos referimos a los autores que influyeron a H. P. L. Pero, ¿la narrativa de Lovecraft tuvo ecos en otros autores? Diremos que sí. Es más: aun sigue siendo buena fuente para  guionistas, dibujantes, y, por supuesto, escritores. Ya en vida H. P. L. tuvo admiradores que imitaron sus relatos e ideas para formar lo que podríamos llamar "Escuela Lovecraftiana", y que originalmente se vio formada por el célebre Círculo de Lovecraft, que no era otra cosa que el grupo de  amistades literarias de H. P. L. Entre éstas encontramos a los ya mencionados Robert Howard, F. B. Long, Robert Bloch y C. A. Smith, como a quienes serían sus editores post-mortem: August Derleth y Donald Wandrei. Pero además se encontraba Henry Kuttner, autor  admirado por Ray Bradbury, marido de otra amistad de Lovecraft, la cuentista Catherine L. Moore, como algunos otros entre los que sobresalen Hazel Heald, Adolphe de Castro, Robert Barlow y C.M. Eddy, Jr.

            Luego se sumarán a estos fans autores como Ramsey Campbell – quizá el mejor escritor inglés de horror de la segunda mitad del siglo XX –, Brian Lumley y el mismo Stephen King, entre una cantidad de emuladores imposible de señalar aquí dada su vastedad. Entre los directores que han tomado los argumentos lovecraftianos para llevarlos al cine, debemos mencionar al consagrado John Carpenter, quien nos parece ser el único entre una pléyade de cineastas supuestamente "lovecraftianos" que ha tomado en serio los relatos de H. P. L.

De los dibujantes inspirados en la prosa lovecraftiana, recordemos el nombre de uno: Alberto Breccia, quien realizó un trabajo excepcional al graficar algunos de los cuentos de los Mitos de Cthulhu, denominación ésta que pretende agrupar los vocablos, divinidades y libros subyacentes en el horror numinoso y arquetípico urdido por nuestro autor.

            Pero no sólo la literatura, el cine y el dibujo se han visto transformados por Lovecraft, sino de alguna manera la escultura y la música, especialmente el rock duro, el cual ha tomado nombres de relatos o temáticas lovecraftianas para nutrir sus canciones. Además el mundo del ocultismo se ha valido de las oscuras entidades de H. P. L. para validar sus débiles razones, a la vez que ha incluido en sus ritos a Cthulhu, Dagon y Azathoth. Por otra parte, los seguidores de Crowley y La Vey, no desconocen la onírica visión salida del cerebro de Lovecraft, a la cual, sin embargo, le han dado, hay que decirlo,  una interpretación antojadiza.

            Sin duda, la mente de Howard Phillips Lovecraft fue un cosmos único, tan maravilloso y rico en conceptos e imágenes que hasta hoy día, época de prodigiosos adelantos, es capaz de sorprendernos. Su habilidad para causar impresiones en un tipo de literatura, como es la de horror, que exige tanta capacidad al escritor, es notoria y evidente. En verdad muchos han explorado esta expresión narrativa, pero muy pocos lo han hecho exitosamente; y es obvio, dado que, al ser fantasía de lo que se habla, nuestra lógica está predispuesta a negar los hechos  mencionados en las páginas que escépticos leemos… a menos que el escritor incorpore con habilidad elementos verosímiles en medio del cuadro maravilloso.

En este difícil Arte, los nombres de Poe, Machen y Lovecraft sobresalen. Y nuestro amigo  junto al creador de ese lúgubre poema llamado El Cuervo,  disputa el primer lugar.

 


 

[1] London diría pomposo, aun cuando no sabemos si ello era totalmente cierto, y no una herramienta para alejar a los quisquillosos periodistas: “Escribo un libro por ninguna otra razón que no sea la de añadir tres o cuatrocientos acres a mi magnífica propiedad. Escribo un cuento sin otro propósito más que comprar un semental. Para mí, mi ganado es más interesante que mi profesión. Mis amigos no me creen cuando digo esto, pero soy absolutamente sincero” (Citado en Las novelas de Jack London. Una revaluación, Charles N. Watson, Jr., Noema editores, México, D. F., 1986, p. 15).  Que lo anterior, sin embargo, no sea óbice para acercarse a su interesante prosa, la cual está habitada por una filosofía viril, admirada por Robert E. Howard (el célebre autor del personaje Conan el Bárbaro, entre otras figuras memorables), amigo y corresponsal de Lovecraft.

[2] El supuesto egoísmo de H. P. L puede rebatirse desde varios puntos de vista. Sabemos que nunca dejaba de contestar una carta; que aportaba frecuentemente consejos literarios a quienes se lo solicitaban; llegaría, incluso, a prestar sus creaciones – es decir: conceptos, dioses, personajes  – para que otros escritores, la mayoría de ellos desconocidos, las utilizaran en sus propios relatos.

[3] En 1928 escribía una nota biográfica para The Best Short Stories of 1928 and the Yearbook of the American Short Story. Allí, H. P. L. indicaba como "sus autores preferidos - en el sentido más íntimo y personal" a: Poe, Machen, Dunsany, De la Mare y Blackwood.

 

 *: Artículo incluido en el libro sobre estudios en Lovecraftiana, de Sergio Fritz, titulado "Cruzando el Umbral: Visiones sobre la obra de H.P.Lovecraft", de aparición  programada para fin de 2009.
 

                                                       

 

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